En la vida —y sobre todo en la política— las coincidencias no existen. Los acontecimientos son consecuencias, pero también mensajes claros y contundentes. En ese sentido ¿Cuál puede ser el mensaje que deja la ejecución de Margarito Montes Parra junto con 14 personas, incluidos dos menores de edad? Es sabido que aún entre la mafia —muy dada a ejecuciones— la familia, y más aún los menores de edad, son intocables.
Por ello, más que la sola desaparición de quien era incómodo para quienes ordenaron, resulta evidente que la carnicería que ha indignado incluso a quienes opinan en blogs y de alguna manera entienden y justifican la ejecución (ver: http://www. diariodelyaqui.com.mx/) llevaba un mensaje cifrado: Ese es el acertijo que puede conducir a los autores intelectuales. Pero como resulta obvio. Eso jamás trascenderá ante la opinión pública.
Se habían tardado
La muerte de Margarito Montes Parra se inscribe en una larga lista de ejecuciones y desapariciones de dirigentes campesinos con presencia en la Cuenca del Papaloapan ocurrida en los últimos cinco años. Nombres como César Toimil Roberts, Miguel Herrera Lara y Roberto Castro, entre otros, se suman a la larga lista de homicidios donde la impunidad es el común denominador. Como resulta obvio, la muerte no vino sola ni por casualidad.
En el caso de Montes Parra como en la ejecución de Cèsar Toimil y la desaparición de Miguel Herrera Lara, los fuertes intereses económicos y políticos que afectaron, así como sus reales o ficticias relaciones con el crimen organizado pueden conducir a los autores materiales e intelectuales.
La muerte de Margarito Montes Parra se inscribe en una larga lista de ejecuciones y desapariciones de dirigentes campesinos con presencia en la Cuenca del Papaloapan ocurrida en los últimos cinco años. Nombres como César Toimil Roberts, Miguel Herrera Lara y Roberto Castro, entre otros, se suman a la larga lista de homicidios donde la impunidad es el común denominador. Como resulta obvio, la muerte no vino sola ni por casualidad.
En el caso de Montes Parra como en la ejecución de Cèsar Toimil y la desaparición de Miguel Herrera Lara, los fuertes intereses económicos y políticos que afectaron, así como sus reales o ficticias relaciones con el crimen organizado pueden conducir a los autores materiales e intelectuales.
Izquierdista ligth
Pero como muchos otros líderes campesinos asesinados y desaparecidos con presencia en la Cuenca del Papaloapan, Margarito Montes Parra surgió y creció al amparo del poder. Ahora, para no variar, justamente en el cuatro aniversario del homicidio de su enemigo Cèsar Toimil Roberts, de la ejecución de Montes Parra también existen voces que tratan de responsabilizar al poder. Pero ¿cuál de todos los poderes: el gubernamental, el económico, el del narcotráfico?
Para empezar, hay que recordar que Margarito Montes Parra llegó a Oaxaca por invitación expresa del gobernador Heladio Ramírez Lòpez en 1986. Su misión era una sola: combatir los cacicazgos de quienes se dijo, se opusieron a la candidatura del priìsta y también ex líder nacional de la Confederación Nacional Campesina (CNC).
Para lograr su objetivo, el ingeniero agrónomo de ideas “radicales” contaba con conocimientos teóricos de la lucha social-agraria, pero sobre todo, con relaciones en las más altas esferas de la burocracia, como por ejemplo, en la Secretaría de la Reforma Agraria.
Cabe recordar que la Procuraduría Agraria, era dirigida entonces por el antropólogo e intelectual Arturo Warman, principal asesor de Carlos Salinas y posterior Secretario de la Reforma Agraria con Ernesto Zedillo. Pero sobre todo, Montes Parra tenía una relación personal con quien mandaba en el país: Carlos Salinas de Gortari.
Después, a la llegada de Diódoro Carrasco, José Murat y Ulises Ruíz a la gubernatura de Oaxaca, el líder cuasi vitalicio de la UGOCP siguió manteniendo estrechas relaciones con el poder. De esta manera, la recuperación de tierras de manos de invasores como los Bravo Ahuja o los Moreno Sada, fue para él cosa de trámite.
Cierto, en esta como en otras luchas debió de recurrir a la movilización e incluso a la violencia, pero resultaba obvio que para establecer mesas de negociación con los caciques e incluso con líderes de otras organizaciones antagónicas no bastaba con solo pedir la devolución de tierras o el respeto a sus parcelas de poder sino justificarla con un movimiento de masas.
Prueba de esta cercanía con Carlos Salinas estuvo en la firma que Montes Parra otorgó, a nombre de la UGOCP —integrante del Consejo Agrario Permanente, la central de corporativos campesinos mas influyente del país—, a la modificación al artículo 27 Constitucional que permitió en 1992 generar la nueva ley agraria. Esta, según las críticas de ese entonces, abría de par en par las puertas al capital privado a la inversión en ejidos y comunidades agrarias. El “radical” izquierdista ya no lo era tanto pues se alió al representante del más depredador neoliberalismo que ha sufrido el país.
La ejecución
La información sobre el multi-homicidio ha fluido a cuentagotas. Los datos más destacados del suceso son los siguientes: que la masacre fue perpetrada por profesionales. De acuerdo con la lógica policiaca, debieron ser más de 40 personas (esto debido a que, para llevar a cabo una acción de este tipo, se requiere de por lo menos cuatro veces más gatilleros que el número de personas a ejecutar) que obviamente tenían garantizada su huida.
Algunos apuntan de inmediato hacia la Crocut, por ser esta organización uno de los enemigos declarados más públicos de Montes Parra, sin embargo, resulta evidente que la organización ha sido diezmada desde el homicidio de su líder. También hay quienes pretenden enfilar el asunto hacia el gobierno estatal.
Sin embargo, a pesar de la larga lista de asesinatos políticos que pesa sobre el gobierno de Ulises Ruìz (Ver Milenio Semanal de finales de octubre) cabe recordar que salvo el despojo cometido recientemente a un empresario restaurantero de Tuxtepec, Montes Parra se había replegado y más bien estaba a las órdenes de los gobiernos de Oaxaca y Veracruz en términos electorales (hay que recordar que sumó contingentes a las campañas de Ulises Ruíz y Fidel Herrera Beltràn).
Además, ¿tendría sentido calentar el ambiente político previo a la sucesión gubernamental desde ahora? La lógica indica que no. De ahí que para muchos las pistas de los sabuesos deben dirigirse al crimen organizado o hacia los caciques agraviados por sus acciones agrarias a partir de 1986.
Luego, la pregunta hecha por el dirigente campesino Max Correa, en el contexto de lo ocurrido en Sonora y del atentado del 26 de agosto pasado contra el fundador de El Barzón, Maximiano Barbosa, otro líder campesino norteño continúa siendo: “¿quién sigue?”.