De cómo Gabino, a pesar de todo, logró evitar ir al infierno
BRUNO MORENO
Según las últimas disposiciones del altísimo, la puerta del cielo la cuidan San Pedro y San Pablo. Juntos atienden a miles de almas por minuto. Para optimizar su trabajo tienen una clave. Cuando San Pedro pregunta “¿Se lo damos, San Pablo?”, y el otro responde “¡Se lo damos, San Pedro!”, esa alma se va al maldito infierno.
Así llegaron ante ellos tres personajes: Islam Karimov, Shimon Pérez y Gabino Cué. Primero arribó el dictador de Uzbekistán, Islam Karimov.
— Yo goberné mi país un cuarto de siglo, nada me detuvo, encarcelé hasta a mi propia hija, por compararme con Stalin, Gulnara Karimova. Eliminé los derechos humanos. Reprimí una manifestación de disidentes con 400 muertos y encarcelé a más de 6 mil 500. En materia de profilaxis social mandé a esterilizar a unas 10 mil mujeres. Ah, pero algo que todos me reconocen es mi esfuerzo por detener el avance de los extremistas ultraislámicos.
— ¿Se lo damos San Pablo?
— ¡Se lo damos San Pedro!
Después llegó a la famosa puerta celestial Shimón Pérez, lleno de gloria.
— Yo fui Primer Ministro de Israel, ordené guerras contra los palestinos y masacré por igual a hombres, mujeres y niños. Mi mejor batalla la llamé Operación uvas de la ira, contra el pueblo de Qana, la joya de mis combates en Líbano, que duró apenas 17 minutos. Hubo niños descuartizados, cuerpos achicharrados, refugiados masacrados. Pero, algo muy bueno mío, es que me dieron el Premio Nobel de la Paz.
— ¿Se lo damos San Pablo?
— ¡Se lo damos San Pedro!