La pobreza es la mayor violencia
Tambien en usos y costumbres
Cuauhtémoc Blas
Según investigaciones sociológicas de gran trascendencia, verdaderas aportaciones no tan valoradas debido a la sublimación de los grupos indígenas por las ONG’s del ramo apoyadas en el auge propiciado por el levantamiento neozapatista de 1994, en la zona triqui no puede ser líder ni dirigente de los grupos y pueblos aquél que no haya demostrado ser el más violento, aquél que no haya salido airoso de algún problema o ataque.
León Javier Parra en su ensayo sobre la comunidad triqui de Copala, publicado en 1993, sostiene que el monopolio de la violencia constituye la base del régimen de Usos y Costumbres en esa zona de la Mixteca, que se puede hacer extensivo a la mayoría de estos pueblos. En Copala, dice Parra, el líder debe ser el más aventajado en el uso de las armas (ver libro “Etnicidad, nacionalismo y poder”).
Lo anterior no es extraño, toda vez que dicho monopolio es propio de cualquier poder establecido. Sin embargo, en estos pueblos el llamado “derecho consuetudinario”, además de evadir el régimen constitucional de derecho, que varía de un lugar a otro y hasta de un momento a otro en el mismo lugar al no estar escrito y sí al arbitrio de la “sabiduría” de los detentadores del poder local.
Sin embargo, esta “sabiduría milenaria” no encuentra correspondencia con el grado de educación que en estas zonas es de los más bajos. Tampoco se sabe de alguna capacitación especial o tradicional que los prepare, pues escalar simplemente los cargos famosos, topil, alcalde, “mayor de vara”, mayordomo, es repetir casi mecánicamente una vieja e inamovible práctica. Un sistema inventado en la época de la Colonia por los curas católicos.